viernes, 6 de abril de 2012

Pehuenia: La leyenda del pehuen


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En tiempos antiguos sucedió una vez que hubo una gran hambruna, los niños y ancianos morían de hambre porque en los lugares donde acostumbraban juntar bulbos de lirios, raíces dulces, hierbas y granos de cereales silvestres y naturalmente, animales salvajes, habían desaparecido.

Dónde estaba todo aquello?, dónde se escondía? 

Ante la emergencia decidieron enviar a todos los jóvenes de la tribu en distintas direcciones a buscar alimentos, pero volvían después de varios días, exhaustos y hambrientos. Solo uno de ellos no regresó. Según cuentan, este joven caminó días y días recorriendo los bosques y al llegar a un pequeño claro rodeado de araucarias sintió un murmullo y que algo le contaban aquellos árboles milenarios. Inmediatamente se encomendó a los espíritus del lugar en señal de respeto y evitó detenerse. Mientras caminaba, el viento le rozaba el rostro y parecía hablarle, le decía que se detuviera. El joven temeroso se sentó sobre una piedra a rezarle a su buen dios pensando que algo malo lo acechaba cuando de pronto, al levantar la vista, se encontró con un anciano de barba blanca muy larga, que lo miraba dulcemente. El hombre le preguntó que hacía allí solo; el joven le respondió que había sido enviado por su gente en busca de alimentos ¿pero cómo, no son buenos para ustedes los piñones, los frutos de las araucarias que están esparcidos por todo el lugar? el joven replicó que esos frutos para su gente eran venenosos y por lo tanto incomibles. Haciéndose de paciencia el anciano le explicó como conservarlos y de que manera prepararlos con agua buena, desapareciendo de improviso luego de aquella explicación. El joven agradecido llenó sus alforjas con estos frutos y regresó feliz con su gente y les relató lo que le había sucedido. Los más prudentes al escuchar esta historia asintieron que solo su buen dios podría haber sido aquel anciano que vino para ayudarlos.

Desde entonces, todos los años, las familias viajan hacia el bosque del pehuén en busca de este preciado fruto y celebran como una fiesta este regalo de su dios, para toda su gente.

Composición - Guitarras, Trompe, Trutrukas y Percusión: Carlos Bello
Quenas, Quenachos y Sikus: Pablo Córdoba                                                  
Historia recopilada por: Bertha Koessler 

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